lunes, 7 de abril de 2014


En un recóndito lugar de este mundo
mientras nace asfixiada entre hiedras,
la flor que esparce el oxígeno que no llega a mis pulmones, muere.
Muere constantemente, cada vez que respira.

Nunca le dijeron que los valientes como ella
nunca destacan entre la multitud
pues siempre quedan eclipsados por lo superfluo.
 
Sin embargo,
en mis manos se convierte en única e imprescindible
además de en eterna e inmutable
en mi poesía.